Decía un gran maestro de mi universidad llamado José Antonio Mejía Coria que la modernidad había roto con el principio de correspondencia. El principio de correspondencia se basa en algo tan simple como decir que la palabra «pasto» corresponde con el pasto, ese que crece en los jardines y en otros lados, ese que nos dice que somos mexicanos porque nacimos en México, ese que se supone hace que las cosas tengan sentido.
Un tal Lacan hablaba de lo real, lo imaginario y lo simbólicos, digamos… dimensiones de lo tangible y lo no tangible, la tesis se este texto es «la modernidad rompió con el principio de correspondencia». Y entonces de pronto el pasto no es el pasto en la modernidad, de pronto existe pasto sintético, por decir algo, pero la ruptura del principio de correspondencia va más allá de la ruptura entre una palabra y su significado, se trata de una ruptura muy profunda de la cual podremos explorar sólo un poco.
«Nada humano me es ajena», la frase de la UACM, sin embargo la imagen que publicamos hoy hace mención de otra realidad, nos molesta, nos fastidia que haya personas que obstaculicen el tráfico, son ignorante, son acarreados, son flojos, etc. La realidad es que la modernidad nos ha escindido (separado) tanto que ya no podemos ver que la lucha del otro es también nuestra lucha, el otro debe ser borrado, eliminar, sustituido, no hay espacio en la modernidad para la otredad o la diferencia.
Vivimos en la época de la vida reglamentada, todo lo que esta fuera de ello es inmoral, es políticamente incorrecto, no es objetivo, no se canaliza correctamente, no es institucional, etc. De pronto los estados modernos incluso dicen «vamos a crear una ley para regular las marchas» o peor aún «tienen que pedir permiso para hacer una marcha». Hemos perdido la capacidad de empatizar con el prójimo, porque la modernidad exige un protocolo, somos tantos que es imposible comunicarnos entre nosotros, la realidad ha sido burocratizada.
La indiferencia, la idea de que se está bien al interior, aunque el exterior sea un caos, el sistema nos ha vendido la idea de que los otros son los enemigos, el sistema combate a los enemigos, pero también nos combate a nosotros mismos, la realidad es que no hay otros, todos somos víctimas, todos somos esclavos, pero se nos hizo creer que los enemigos son ellos, los pobres, los revoltosos, los «chairos», los que no han sido iluminados por el neoliberalismo.
Y entonces no hay correspondencia, no hay relación, ellos piden algo irrazonable, irresoluble, no podemos ver ni entender su subjetividad, porque en nuestra vida solamente está la vida administrada.
El mundo cambiará cuando los automovilistas dejen sus carros y se unan a las marchas.
«Disclaimer»: Mucha gente dirá que no toda marcha es justa, que no toda marcha se justifica, es lo normal, sin embargo este artículo no busca traer eso a debate. Lo que se busca traer a debate es la indiferencia y como la modernidad y la lucha de clases separan ideológicamente y de otras formas a las personas de las mismas personas.